Hacerse responsable por lo que le pasa a uno es todo un desafío. Elegir el propio camino a pesar de la opinología crónica que existe.
Hoy al manejar me encontré en una situación donde de repente otros detrás mío me empezaron a tocar bocinas y decir palabras que hacía rato no había escuchado. Salvo quizás en una cancha de fútbol. No entendía, creía que estaba en lo cierto esperando el semáforo para doblar a la izquierda. Resultó que era solo para colectivos esa opción, y no para mí. Cuando me di cuenta, a tiempo por suerte, me corregí y seguí derecho. En esos 15 segundos antagónicos mantuve la calma, seguí chequeando si había algo que no estaba viendo, y, por sobre todo, las palabras feas que me gritaban no me las tomé personalmente (por dio, como se saca la gente).
Salí de la situación sin causar mayores daños (más que unos segundos de demora en el curso de algunos autos), y no me calenté. Mantuve la calma. Tomé lo que me llegaba filtrando lo que me servía de lo que no. No fui indiferente a la opinión ajena, de hecho me ayudó a revisar mi curso, pero no le di la importancia a la opinión ajena como para sentirme mal. No me consideré un pelotudo como aparentemente la ¨opinión ajena¨ si creía que era.
Capaz en otro momento me hubiera calentado y gritado aún más fuerte para responder. Pero me hice cargo de lo que me correspondía, y no asumí todo lo que me llegaba. Puedo equivocarme, soy humano. Me generó una sensación de liviandad. Digan lo que digan, solo tomo lo que me sirve, y todo lo demás, no es para mí, todo lo demás no soy yo.
El otro no me define, el otro solo opina. El otro puede llegar a tener aportes valiosos, pero soy yo el que los incluyo, o no. Soy yo el responsable de lo que opino, de íi y del curso de mí vida.
Me equivoco, puedo llegar a hacer algo que no está alineado con lo que otros consideran lo correcto o lo adecuado, y qué?
Benjamin